Tras la oleada de atentandos de París del pasado viernes por la noche se ha evidenciado, una vez más, lo fácilmente manipulables que somos. Resulta inquietante el modo en que se manejan los hilos de los medios de comunicación para conseguir aborregar algo tan personal, tan íntimo como la solidaridad. La cobertura monográfica de los atentados en la capital gala ha sabido aprovechar muy bien el miedo que nace en nuestro interior cuando los muertos son tan próximos, cuando sentimos que si los vecinos son asesinados, ¿por qué no podemos ser nosotros mismos los próximos?
Interiorizado este miedo, lo exteriorizamos con esas muestras ‘espontáneas’ de solidaridad, con esas concentraciones silenciosas convocadas para pensar únicamente en París y nada más. Lo mismo sucede con las informaciones sobre la mayor ofensiva francesa contra Daesh en Siria, tan sólo 48 horas después de los atentados, en las que se omite el dato de cuántos civiles habrán caído en esos bombardeos.
Francia habla de guerra, como
ya lo hizo EEUU tras los atentados del 11-S, pero ¿qué guerra? No
hay guerra como tal, porque no hay ningún país a la que
declarársela, sino a un grupo terrorista tan capilarizado que está
entre nosotros, en nuestros países, en nuestros barrios. ¿Hará
Francia como EEUU, que bombardea países ilegalmente vulnerando su
soberanía con la excusa de esta guerra al terrorismo?
Sólo durante la
Administración Obama, los drones estadounidenses han realizado 370
bombardeos en Pakistán
-el último el 1 de septiembre-,
asesinando a más de 900 civiles, entre los que había más de 200
niños, y dejando
un rastro de más de 1.700 heridos. ¿Recuerdan la cobertura
informativa de estos ataques en las televisiones nacionales? ¿Cuántos
minutos de silencio guardaron? ¿Cuántos perfiles de Facebook
modificaron para solidarizarse con ese millar de civiles muertos?Diría más, una sociedad tan aborregada que acude a ciegas a las convocatorias de solidaridad de los mismos políticos que están siendo cómplices de la violación de Derechos Humanos de los refugiados sirios que llegan a Europa huyendo del mismo terrorismo que asoló París, los mismos políticos que comercian con esas vidas humanas. Una sociedad aborregada que consiente y cada vez más legitima con algunos de sus actos a esta clase política que es tan ruin y deshonesta que al tiempo que sostiene una pancarta con el lema ‘Todos Somos París’ continúa haciendo negocios con países como Arabia Saudí, uno de los brazos financieros de ISIS. ¿Se acordará hoy Felipe VI de que no hace ni seis meses que viajaba a Arabia Saudí para estrechar la mano del Rey Salman?
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